A FAMILIA FORMADORA EN LOS VALORES HUMANOS
Y CRISTIANOS DE LOS BAUTIZADOS
Dividiremos
este tema en tres partes:
1.-
La familia formadora de valores.
2.-
La familia en la actualidad.
3.-
Valores por redescubrir en las familias.
1.- LA FAMILIA
FORMADORA DE VALORES
Para
hablar de la familia cristiana, tendríamos que comenzar por hablar del
bautismo, pues en este sacramento, por
la infusión del Espíritu Santo, el creyente nace como un hombre nuevo, pues el
bautismo tiene el poder de comunicar una vida nueva, la misma vida de Dios. Por
el bautismo “hemos sido, pues, sepultados con él en la muerte, para que como Cristo
que resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
Dios
nos creo hombre y mujer, hechos a su imagen y semejanza y nos
bendijo con estas palabras: “sean fecundos y multiplíquense y llenen la tierra
(Gn 1, 27-28). Al transmintir la vida humana, el hombre y la mujer, como
esposos y padres, cooperamos de una manera única en la obra del creador.
Por
lo tanto las palabras: “lo que Dios unio”, dicen que el matrimonio no es una
realidad puramente secular, fruto sólo de la voluntad humana; en él hay una dimensión
sacra que se remonta a la voluntad divina.
Por
el sacramento del matrimonio toda pareja de bautizados es desposada con cristo
para constituir la iglesia doméstica, la cual es formada por los esposos y por
los hijos.
La
familia es impulsada por el Espíritu Santo a vivir los valores que hagan de
ella una sólida estructura para
conformar la sociedad, sostenida desde el principio por el amor; en la familia
es donde se aprende a amar, donde se capacita para el don de dar y de recibir
amor estableciendo así una comunidad de amor; en efecto la familia es una
comunidad de personas, para las cuales el propio modo de existir y vivir juntos
es la comunión que el Concilio Vaticano II califica como “alianza”, por la cual
el hombre y la mujer se entregan y aceptan mutuamente. La comunión se refiere a
la relación personal entre el “yo” y el “tú”. Para dar paso a la “comunidad”
apuntando hacia una sociedad, un “nosotros”. Por lo tanto, la familia es la
primera “sociedad humana”. Realizando a la familia como una comunidad de
personas, “comunión de amor y de vida” (Familiaris Consortio) y se complementa plenamente y de manera
específica al engendrar a los hijos. La familia nace de esta comunidad donde
cristo se hace presente, pues él viene al mundo en el seno de una familia, por
lo cual puede decirse que debe a ella el mismo hecho de existir como hombre.
La
familia, es más que cualquier otra
realidad social – el ambiente en el que el hombre puede vivir “por sí mismo” a
través de la entrega sincera de sí. La familia es una institución social que no
se puede ni se debe sustituir: es “el santuario de la vida” (Juan Pablo II).
La
familia constituye la base de lo que pablo vi calificó como “civilización de
amor”. Esta civilización está íntimamente relacionana con el amor que “ha sido
derramado en nuestros corazones por el espíritu santo que nos ha sido dado (Rom
5, 5).
Si
el primer camino de la iglesia es la familia, conviene decir que lo es también
la civilización del amor, pues la iglesia camina por el mundo y llama a seguir
este camino a las familias, por medio de otras familias. La familia constituye
la célula de la sociedad, pero hay necesidad de cristo, porque él es la cabeza
y las familias somos su cuerpo.
La
misión de la familia cristiana consiste, en primer lugar, en ser una familia
por la comunión de las personas que por el don de la vida y la educación de los
hijos es conducida a la santidad.
En
la familia es donde se vive el amor incondicional, aceptando a cada miembro en
su desarrollo particular, abriendo paso a la convivencia sincera y
desinteresada, donde unos a otros se ayuden a crecer como personas, donde las
relaciones interpersonales entre padres e hijos son intensas; para lo cual es
necesario buscar el bien común, educándose entre los miembros. Educando en el
amor y en la verdad, meta final a la que está llamado todo hombre por
parte de “Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”.
En
la familia se desarrolla el ambiente adecuado para vivir los valores que hagan
de ella una buena sosiedad humana.
El
valor es lo digno de ser apreciado, lo deseable y lo que se identifica con lo
bueno o positivo y se orienta al ser y al buen hacer de la persona, del tal
manera que estos valores se convierten en virtud.
Cuando
los padres de familia y los educadores viven y transmiten los valores, dan
testimonio de ello de manera natural.
De
tal manera que los valores que se viven en la familia son constructores de la
persona humana, valores que por excelencia, determinan nuestro valor como
personas. Incluyen, entre otros:
Los valores físicos. La vida
que nos fue otorgada por Dios,
nos hace experimentar una primera realidad, la existencia; ya que
tenemos un cuerpo tenemos el deber de cuidarlo con una buena alimentación,
higiene, ejercicio.
Valores sociales: ya existimos!, pero no vivimos solos,
interactuamos con otras personas dentro de nuestras familias y fuera de ellas,
por lo tanto, los buenos modales, amabilidad, cortesía, etc., nos hacen tener
buenas relaciones con los demás.
Valores morales: como vivimos en sociedad, es necesario
tener un buen comportamiento, que beneficie nuestras relaciones y a nosotros
mismos, formando acuerdos con los demás, tales como: respeto, decencia,
castidad, tolerancia, solidaridad, gratitud, prudencia, empatía, etc.
Valores culturales: el vivir en comunidad y en orden moral
nos permite acumular conocimientos de una generación a otra, y éstos forman
parte del refinamiento como seres humanos: educación, conocimiento,
aprendizaje, tradición, etc.
Valores económicos: todos los que producimos como bienes o
servicios, es decir, el empleo por un salario, los quehaceres domésticos y las
ayudas de los hijos en el hogar.
Valores estéticos: porque los seres humanos fuimos creados
para lo bello, creamos las artes, el buen vestir, la buena música, la buena literatura,
el hablar correctamente, el arreglo personal, etc.
Valores afectivos: es expresar el amor, comunicándolo a
los demás a través de: amistad,
sensibilidad, entrega, siceridad,
perdón, etc.
Valores religiosos: son los que nos identifican como hijos
de dios: la fe, estado de gracia, oración, ayuno, limosna, misericordia,
santidad.
Cada
valor apoya y sostiene a los demás; juntos forman esa sólida estructura que constituye la personalidad de
un hombre maduro, porque mejoran nuestra condición de personas y perfeccionan
nuestra naturaleza humana.
En
el documento de Aparecida # 118, en el seno de una familia, la persona descubre
los motivos y el camino de pertenecer a la familia de dios. El gran tesoro de
la educación en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que
recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite y testimonia.
Como
familias de bautizados debemos ser luz para otras familias.
2.- LA FAMILIA EN
LA ACTUALIDAD
El
documento de Puebla # 578 nos dice: urge un diligente cuidado pastoral para
evitar los males provenientes de la falta de la educación en el amor, la falta
de preparación al matrimonio, el
descuido de la evangelización en la familia y de la formación de los
esposos para la paternidad responsable.
En
la actualidad la familia se encuentra en una grave confusión de lo que es la
educación en los valores humanos y cristianos; en una “crisis de la verdad”
(llamada así por Juan Pablo II). Crisis de la verdad significa, en primer lugar
crisis de conceptos. Los términos “amor”, “libertad”, ”entrega sincera” e
incluso “personal”, “derechos de la persona”.
En
nuestros tiempos el utilitarismo es una civilización basada en producir y
disfrutar una civilización de las “cosas” y no de las “personas”, una
civilización en la que las personas se usan como si fueran cosas. En el
contexto de la civilización, el placer (hedonismo), la mujer puede ser un
objeto para el hombre (y viceversa), los hijos un obstáculo para los padres,
por eso las corrientes abortistas que se esconden detrás del llamado “derecho
de elección”; la familia una institución que dificulta la libertad entre sus
miembros, (unión libre, libre convivencia). Aunado todo esto alas teorías del
relativismo (relatividad del conocimiento), sincretismo (mezcla de prácticas religiosas),
nihilismo (negación de toda creencia). Y qué decir de la falta de expresión del
amor: conyugal, paternal y a los hijos, a los amigos; por un engaño que la
sociedad interpreta como debilidad. La falta de comunicación entre los
integrantes de la familia se pone en riesgo con los medios de comunicación, la
tecnología, el tiempo y la falsa idea de que entregarse como persona es
exponerse a los demás a que “abusen” de nosotros, no quiere “dar” a otro
basándose en la verdad, no quiere convertirse en una entrega sincera;
enmascarada esta forma de pensar por la soberbia y el egísmo.
Y
qué decir de la falta de fe, de esperanza y caridad, virtudes que son dadas por
dios como un gran regalo para vivr en comunión con él.
Todo
esto sofoca el espíritu, por lo cual se nota una cierta dificultad para vivir
interiormente el mensaje evangélico (Instrumentun Laboris XII Sínodo).
Todo
lo que es contario al la civilización del amor es contrario a toda la verdad
sobre el hombre, es una amenaza para él: no le permite encontrarse a sí mismo,
ni sentirse seguro como esposo, como padre, como hijo (Familiaris Consortio).
Dios
ama a nuestras familias, a pesar de tantas heridas y divisiones. La presencia
invocada de cristo a través de la oración en familia nos ayuda a superar los
problemas, a sanar las heridas y abre caminos de esperanza a muchos vacíos de
hogar (Aparecida).
En
la encíclica “esplendor de la verdad”
(veritatis esplendor) juan pablo ii declara: “solamente si la verdad
sobre la libertad y la comunión de las personas en el matrimonio y en la
familia recupera su esplendor, empezará verdaderamente la edificación de la
civilización del amor y será entonces posible hablar con eficacia de “promover
la dignidad del matrimonio y la familia”.
3.-VALORES POR
REDESCUBRIR EN LA FAMILIA
Un
valor para reconocerse necesita ser experimentado, vivir y cambiar de una
manera consciente y consistente.
Hoy
por hoy, tenemos valores por redescubrir para que su práctica sea una manera de
vivir y poder dar testimonio como verdaderos cristianos. Tales valores como:
Valor de la responsabilidad: es una obligación, ya sea moral
o incluso legal de cumplir con lo que se ha comprometido. Es dar una respuesta
positiva a las cosas de la vida.
Valor del compromiso. Va más allá de cumplir una obligación,
es poner conciencia e importancia a nuestras capacidades para sacar adelante
todo aquello que se nos ha confiado. Es dar el 100% y un poco más.
Valor de la castidad: es el comportamiento voluntario a la
moderación y adecuada regulación de placeres y/o actos sexuales, ya sea por
motivos religiosos o sociales. Todos estamos llamados a la castidad, en el
matrimonio, en la soltería, en el noviazgo, en la vida consagrada. Castidad no
es lo mismo que abstinencia sexual.
Valor del sacrificio: es el esfuerzo extraordinario para
alcanzar un bien mayor, venciendo los propios gustos, intereses y
comodidad. Haciéndolo movidos por el amor.
Valor de la fidelidad: es el íntimo compromiso que asumimos de
cultivar, proteger y enriquecer la relación con otra persona y a ella misma.
Valor de la comunicación humana: transmite al
propio ser, por eso es importante hacerlo de modo profundo y constructivo,
saber escuchar y saber expresar; comunicar emociones, sentimientos y
necesidades.
Valores espirituales: es necesario, como hijos de dios,
practicar la fe, estado de gracia, oración, sacramentos, principalmente
reconciliación y eucaristía; lectura de la palabra de Dios.
Estos
valores y otros como: la obediencia, la docilidad, la honestidad, el respeto,
la corresponsabilidad, lealtad, perseverancia, obediencia, el valor de la vida,
etc.
Vividos
en el amor harán que en las familias cristianas se sigan cultivando los
verdaderos hijos de dios. No olvidemos que de estas personas saldrán los que el
día de mañana serán buenos esposos, buenos padres de familia, sacerdotes y
misioneros que estén realmente al servicio de la iglesia y, por lo tanto,
seamos testigos de jesús para llevar el evangelio hasta los confines de la
tierra.
Predicando
a jesucristo, la iglesia participa, por lo tanto, en la construcción del reino
de dios, ilumina el dinamismo de la semilla del reino que germina (mc 4, 27) e
invita a todos a recibirlo.
La
unión de la familia humana cobra sumo vigor y se completa con la unidad,
fundada en Cristo, de la familia constituida por los hijos de Dios (Gaudium Et
Spes 42).
Gracias
precisamente a los padres, que precederán con el ejemplo y la oración en
familia, los hijos y aún los demás que viven en el círculo familiar encontrarán
más fácilmente el camino del sentido humano, de la salvación y de la santidad (Lumen
Gentium).