viernes, 22 de noviembre de 2013

LA FAMILIA Y LOS VALORES RELIGIOSOS

A FAMILIA FORMADORA EN LOS VALORES HUMANOS
Y CRISTIANOS DE LOS BAUTIZADOS


Dividiremos este tema en tres partes:
1.- La familia formadora de valores.
2.- La familia en la actualidad.
3.- Valores por redescubrir en las familias.



1.- LA FAMILIA FORMADORA DE VALORES

Para hablar de la familia cristiana, tendríamos que comenzar por hablar del bautismo, pues en  este sacramento, por la infusión del Espíritu Santo, el creyente nace como un hombre nuevo, pues el bautismo tiene el poder de comunicar una vida nueva, la misma vida de Dios. Por el bautismo “hemos sido, pues, sepultados con él en la muerte, para que como Cristo que resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros

caminemos en una vida nueva” (Rom 6, 4). Por el bautismo somos incorporados a la iglesia, “cuerpo místico de cristo”.

Dios nos creo  hombre y  mujer, hechos a su imagen y semejanza y nos bendijo con estas palabras: “sean fecundos y multiplíquense y llenen la tierra (Gn 1, 27-28). Al transmintir la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperamos de una manera única en la obra del creador.

Por lo tanto las palabras: “lo que Dios unio”, dicen que el matrimonio no es una realidad puramente secular, fruto sólo de la voluntad humana; en él hay una dimensión sacra que se remonta a la voluntad divina.

Por el sacramento del matrimonio toda pareja de bautizados es desposada con cristo para constituir la iglesia doméstica, la cual es formada por los esposos y por los hijos.

La familia es impulsada por el Espíritu Santo a vivir los valores que hagan de ella una sólida  estructura para conformar la sociedad, sostenida desde el principio por el amor; en la familia es donde se aprende a amar, donde se capacita para el don de dar y de recibir amor estableciendo así una comunidad de amor; en efecto la familia es una comunidad de personas, para las cuales el propio modo de existir y vivir juntos es la comunión que el Concilio Vaticano II califica como “alianza”, por la cual el hombre y la mujer se entregan y aceptan mutuamente. La comunión se refiere a la relación personal entre el “yo” y el “tú”. Para dar paso a la “comunidad” apuntando hacia una sociedad, un “nosotros”. Por lo tanto, la familia es la primera “sociedad humana”. Realizando a la familia como una comunidad de personas, “comunión de amor y de vida” (Familiaris Consortio)  y se complementa plenamente y de manera específica al engendrar a los hijos. La familia nace de esta comunidad donde cristo se hace presente, pues él viene al mundo en el seno de una familia, por lo cual puede decirse que debe a ella el mismo hecho de existir como hombre.

La familia, es  más que cualquier otra realidad social – el ambiente en el que el hombre puede vivir “por sí mismo” a través de la entrega sincera de sí. La familia es una institución social que no se puede ni se debe sustituir: es “el santuario de la vida” (Juan Pablo II).

La familia constituye la base de lo que pablo vi calificó como “civilización de amor”. Esta civilización está íntimamente relacionana con el amor que “ha sido derramado en nuestros corazones por el espíritu santo que nos ha sido dado (Rom 5, 5).

Si el primer camino de la iglesia es la familia, conviene decir que lo es también la civilización del amor, pues la iglesia camina por el mundo y llama a seguir este camino a las familias, por medio de otras familias. La familia constituye la célula de la sociedad, pero hay necesidad de cristo, porque él es la cabeza y las  familias somos su cuerpo.

La misión de la familia cristiana consiste, en primer lugar, en ser una familia por la comunión de las personas que por el don de la vida y la educación de los hijos es conducida a la santidad.

En la familia es donde se vive el amor incondicional, aceptando a cada miembro en su desarrollo particular, abriendo paso a la convivencia sincera y desinteresada, donde unos a otros se ayuden a crecer como personas, donde las relaciones interpersonales entre padres e hijos son intensas; para lo cual es necesario buscar el bien común, educándose entre los miembros. Educando en el amor y en la verdad, meta final a la que está llamado todo hombre por parte  de “Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

En la familia se desarrolla el ambiente adecuado para vivir los valores que hagan de ella una buena sosiedad humana.

El valor es lo digno de ser apreciado, lo deseable y lo que se identifica con lo bueno o positivo y se orienta al ser y al buen hacer de la persona, del tal manera que estos valores se convierten en virtud.

Cuando los padres de familia y los educadores viven y transmiten los valores, dan testimonio de ello de manera natural.
 
De tal manera que los valores que se viven en la familia son constructores de la persona humana, valores que por excelencia, determinan nuestro valor como personas. Incluyen, entre otros:

Los valores físicos. La vida  que nos fue otorgada por Dios,  nos hace experimentar una primera realidad, la existencia; ya que tenemos un cuerpo tenemos el deber de cuidarlo con una buena alimentación, higiene, ejercicio.

 

Valores sociales: ya existimos!, pero no vivimos solos, interactuamos con otras personas dentro de nuestras familias y fuera de ellas, por lo tanto, los buenos modales, amabilidad, cortesía, etc., nos hacen tener buenas relaciones con los demás.

Valores morales: como vivimos en sociedad, es necesario tener un buen comportamiento, que beneficie nuestras relaciones y a nosotros mismos, formando acuerdos con los demás, tales como: respeto, decencia, castidad, tolerancia, solidaridad, gratitud, prudencia, empatía, etc.

Valores culturales: el vivir en comunidad y en orden moral nos permite acumular conocimientos de una generación a otra, y éstos forman parte del refinamiento como seres humanos: educación, conocimiento, aprendizaje, tradición, etc.

Valores económicos: todos los que producimos como bienes o servicios, es decir, el empleo por un salario, los quehaceres domésticos y las ayudas de los hijos en el hogar.

Valores estéticos: porque los seres humanos fuimos creados para lo bello, creamos las artes, el buen vestir, la buena música, la buena literatura, el hablar correctamente, el arreglo personal, etc.

Valores afectivos: es expresar el amor, comunicándolo a los demás  a través de: amistad, sensibilidad, entrega,  siceridad, perdón, etc.

Valores religiosos: son los que nos identifican como hijos de dios: la fe, estado de gracia, oración, ayuno, limosna, misericordia, santidad.


Cada valor apoya y sostiene a los demás; juntos forman esa sólida  estructura que constituye la personalidad de un hombre maduro, porque mejoran nuestra condición de personas y perfeccionan nuestra naturaleza humana.

En el documento de Aparecida # 118, en el seno de una familia, la persona descubre los motivos y el camino de pertenecer a la familia de dios. El gran tesoro de la educación en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite y testimonia.

Como familias de bautizados debemos ser luz para otras familias.

2.- LA FAMILIA EN LA ACTUALIDAD




El documento de Puebla # 578 nos dice: urge un diligente cuidado pastoral para evitar los males provenientes de la falta de la educación en el amor, la falta de preparación al matrimonio, el  descuido de la evangelización en la familia y de la formación de los esposos para la paternidad responsable.

En la actualidad la familia se encuentra en una grave confusión de lo que es la educación en los valores humanos y cristianos; en una “crisis de la verdad” (llamada así por Juan Pablo II). Crisis de la verdad significa, en primer lugar crisis de conceptos. Los términos “amor”, “libertad”, ”entrega sincera” e incluso “personal”, “derechos de la persona”.

En nuestros tiempos el utilitarismo es una civilización basada en producir y disfrutar una civilización de las “cosas” y no de las “personas”, una civilización en la que las personas se usan como si fueran cosas. En el contexto de la civilización, el placer (hedonismo), la mujer puede ser un objeto para el hombre (y viceversa), los hijos un obstáculo para los padres, por eso las corrientes abortistas que se esconden detrás del llamado “derecho de elección”; la familia una institución que dificulta la libertad entre sus miembros, (unión libre, libre convivencia). Aunado todo esto alas teorías del relativismo (relatividad del conocimiento), sincretismo (mezcla de prácticas religiosas), nihilismo (negación de toda creencia). Y qué decir de la falta de expresión del amor: conyugal, paternal y a los hijos, a los amigos; por un engaño que la sociedad interpreta como debilidad. La falta de comunicación entre los integrantes de la familia se pone en riesgo con los medios de comunicación, la tecnología, el tiempo y la falsa idea de que entregarse como persona es exponerse a los demás a que “abusen” de nosotros, no quiere “dar” a otro basándose en la verdad, no quiere convertirse en una entrega sincera; enmascarada esta forma de pensar por la soberbia y el egísmo.

Y qué decir de la falta de fe, de esperanza y caridad, virtudes que son dadas por dios como un gran regalo para vivr en comunión con él.

Todo esto sofoca el espíritu, por lo cual se nota una cierta dificultad para vivir interiormente el mensaje evangélico (Instrumentun Laboris XII Sínodo).

Todo lo que es contario al la civilización del amor es contrario a toda la verdad sobre el hombre, es una amenaza para él: no le permite encontrarse a sí mismo, ni sentirse seguro como esposo, como padre, como hijo (Familiaris Consortio).

Dios ama a nuestras familias, a pesar de tantas heridas y divisiones. La presencia invocada de cristo a través de la oración en familia nos ayuda a superar los problemas, a sanar las heridas y abre caminos de esperanza a muchos vacíos de hogar (Aparecida).

En la encíclica “esplendor de la verdad”  (veritatis esplendor) juan pablo ii declara: “solamente si la verdad sobre la libertad y la comunión de las personas en el matrimonio y en la familia recupera su esplendor, empezará verdaderamente la edificación de la civilización del amor y será entonces posible hablar con eficacia de “promover la dignidad del matrimonio y la familia”.

3.-VALORES POR REDESCUBRIR EN LA FAMILIA

Un valor para reconocerse necesita ser experimentado, vivir y cambiar de una manera consciente y consistente.

Hoy por hoy, tenemos valores por redescubrir para que su práctica sea una manera de vivir y poder dar testimonio como verdaderos cristianos. Tales valores como:

Valor de la responsabilidad: es una obligación, ya sea moral o incluso legal de cumplir con lo que se ha comprometido. Es dar una respuesta positiva a las cosas de la vida.

Valor del compromiso. Va más allá de cumplir una obligación, es poner conciencia e importancia a nuestras capacidades para sacar adelante todo aquello que se nos ha confiado. Es dar el 100% y un poco más.

Valor de la castidad: es el comportamiento voluntario a la moderación y adecuada regulación de placeres y/o actos sexuales, ya sea por motivos religiosos o sociales. Todos estamos llamados a la castidad, en el matrimonio, en la soltería, en el noviazgo, en la vida consagrada. Castidad no es lo mismo que abstinencia sexual.

Valor del sacrificio: es el esfuerzo extraordinario para alcanzar un bien mayor, venciendo los propios gustos, intereses y comodidad.  Haciéndolo  movidos por el amor.

 

Valor de la fidelidad: es el íntimo compromiso que asumimos de cultivar, proteger y enriquecer la relación con otra persona y a ella misma.

Valor de la comunicación humana: transmite al propio ser, por eso es importante hacerlo de modo profundo y constructivo, saber escuchar y saber expresar; comunicar emociones, sentimientos y necesidades.

Valores espirituales: es necesario, como hijos de dios, practicar la fe, estado de gracia, oración, sacramentos, principalmente reconciliación y eucaristía; lectura de la palabra de Dios.

 

Estos valores y otros como: la obediencia, la docilidad, la honestidad, el respeto, la corresponsabilidad, lealtad, perseverancia, obediencia, el valor de la vida, etc.

Vividos en el amor harán que en las familias cristianas se sigan cultivando los verdaderos hijos de dios. No olvidemos que de estas personas saldrán los que el día de mañana serán buenos esposos, buenos padres de familia, sacerdotes y misioneros que estén realmente al servicio de la iglesia y, por lo tanto, seamos testigos de jesús para llevar el evangelio hasta los confines de la tierra.

Predicando a jesucristo, la iglesia participa, por lo tanto, en la construcción del reino de dios, ilumina el dinamismo de la semilla del reino que germina (mc 4, 27) e invita a todos a recibirlo.

La unión de la familia humana cobra sumo vigor y se completa con la unidad, fundada en Cristo, de la familia constituida por los hijos de Dios (Gaudium Et Spes 42).

Gracias precisamente a los padres, que precederán con el ejemplo y la oración en familia, los hijos y aún los demás que viven en el círculo familiar encontrarán más fácilmente el camino del sentido humano, de la salvación y de la santidad (Lumen Gentium).